La Vanguardia 26/07/2015
Esta vez las urnas no serán de cartón. El president de la
Generalitat, Artur Mas, decretará hoy la disolución del Parlament y la convocatoria
de elecciones para el 27 de septiembre. Lo hará mediante un decreto ordinario
para evitar toda posible tentación del Gobierno de impugnar la convocatoria,
pero el respeto escrupuloso a la legalidad establecida no será óbice para que
los partidos soberanistas catalanes y los que no lo son interpreten los
resultados de esos comicios como un plebiscito no declarado sobre la
independencia de Catalunya.
La campaña electoral arrancará a las cero horas del viernes 11 de
septiembre, Diada Nacional de Catalunya, el mismo día que la ANC y Òmnium han
vuelto a convocar una manifestación que nuevamente pretenden histórica en la
Meridiana de Barcelona. Jamás desde 1980 se había dado el pistoletazo de salida
de una campaña electoral en tan emblemática fecha, un signo más de que los
tiempos están cambiando, como decía Bob Dylan, pero además sin remisión, como
añadió Loquillo.
Es la segunda vez que el líder de CDC, que accedió al cargo en el
2010 -entonces lo era también de la hoy finiquitada federación de CiU-, convoca
elecciones anticipadas. En el 2012, apenas dos años después de acceder a la
presidencia, tras la primera de las gigantescas manifestaciones soberanistas
del 11-S y el portazo de Mariano Rajoy a la propuesta de pacto fiscal con la
que Mas se impuso en los comicios del 2010, el president llamó a las urnas para
abrir la legislatura de la consulta, la que ahora acaba 2 años y ocho meses
después. El proceso cogió ahí velocidad de crucero, aunque en las primeras
anticipadas Mas no consiguió el objetivo de capitalizar en solitario el
malestar por el trato del Gobierno a la diferencia catalana: bajó de 62 a 50 diputados y vio como
la ERC de Oriol Junqueras se redimía de los tripartitos y volvía a colocarse,
con 21 escaños, como fuerza determinante del escenario político.
¿Por qué Mas ha tocado otra vez la corneta de llamada a las urnas?
La razón hay que buscarla en la negativa de Rajoy a aceptar un referéndum no
vinculante sobre la relación Catalunya-España que el Parlament propuso y el
Congreso rechazó por mayoría absolutísima, gesto que certificó lo lejos que
queda Escocia de la Península en general y del palacio de la Moncloa en
particular. Ante ese no, Mas ideó una no-consulta el 9 de noviembre del 2014 ,
año del tricentenario de la rendición de Barcelona a las tropas borbónicas, en
la que 1,8 millones de ciudadanos votaron sí-sí de los 2,3 millones que la
secundaron. Y ahora, Mas, contra quien pesa una querella de la Fiscalía del
Estado por aquel "proceso participativo" del 9-N en el que no se
rompió ni un mal plato, vuelve a intentar la cuadratura del círculo con unas
plebiscitarias legalmente inexistentes -de ahí la convocatoria del 27S mediante
un decreto al uso- pero políticamente evidentes. Eso sí, con todos los colegios
electorales abiertos (el 9-N sólo abrieron el 25%) y con urnas de metacrilato.
La posibilidad de renunciar a la convocatoria o incluso diferirla
para hacerla coincidir con la de las elecciones generales de fin de año -justo
lo contrario de lo que en algunos momentos ha llegado a pasar por la cabeza de
Rajoy: convocar las "suyas" al mismo tiempo que las de Mas- ha estado
encima de la mesa del president durante bastante tiempo pese al acuerdo del 15
de enero con ERC y las entidades soberanistas. Pero la marcha atrás quedó
del¿todo descartada con el acuerdo de la lista conjunta soberanista pactada por
CDC, ERC y las entidades soberanistas que ha cristalizado en la inédita
candidatura transversal Junts pel Sí (a la independencia). La lidera el
"comunista" Romeva -Rajoy dixit- y se da la particularidad que Mas
-candidato a la presidencia- y Junqueras van en cuarto y quinto lugar.
El "artefacto" rompe la lógica de partidos, reforzando
así el mensaje del carácter plebiscitario de los comicios y, detalle no menos
relevante, vuelve a poner en primer plano de la contienda el llamado eje
nacional pero con un marcado acento social: Mas es el único candidato que no es
de izquierdas entre los cinco primeros. Sobre el papel, la jugada de CDC, ERC y las entidades reduce las
hasta hace poco muy altas expectativas de la confluencia de izquierdas, la
lista Catalunya Sí que es Pot. que apuesta por centrar el 27S en el eje
izquierda-derecha intentando rentabilizar electoralmente los efectos aún muy
severos de la crisis para amplias capas de la población.
Aunque la CUP ha seguido su propio camino y comparte el objetivo,
el mensaje de sus promotores es diáfano: votar esa lista significa votar sí, y
esos son los sís que más se contarán el 28-S. Si la lista de Mas, Junqueras y
las entidades necesita en demasía la CUP para alcanzar la mayoría absoluta, el
Gobierno y Europa leerán el resultado como un nuevo "fracaso" del
president. Por contra, si los soberanistas consiguen la mayoría absoluta, el
Parlament oficializará al día siguiente el inicio del un período de 18 meses
que desembocará en unas elecciones constituyentes en el 2016 donde se someterá
a votación la "Constitución" de Catalunya.
Nadie sabe qué sucederá a partir del 28-S. El resultado de las
elecciones generales, que se celebrarán a finales de año, podría dar un giro a
la estrategia ofensiva-defensiva que el Gobierno y los poderes del Estado han
dado a la cuestión catalana, lo que, en buena lógica, podría obligar a los
actores catalanes a redefinir su estrategia. Todo es muy incierto. Pero está
claro que nada volverá a ser igual y que, tras seis meses de proceso
prácticamente varado en las trifulcas del soberanismo, Mas ha vuelto a poner
proa a Ítaca en modo "turbo". Decía Descartes en el siglo XVII que
cuando uno se pierde en un bosque la peor salida es siempre volver atrás sobre
los propios pasos.
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